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DON JULIO PIÑA

Siendo muy joven, pero con varios años de experiencia en uno de los despachos contables más importantes de Mérida, Julio Fernando Piña Monsreal ingresa a la actividad turística como auditor del Hotel Mérida. Entonces el “Mérida” era uno de los más famosos de la ciudad, forma parte de la primera cadena hotelera del país, la Balsa, fundada por César Balsa.

Esta cadena hotelera, como todas, necesita de un sistema de trabajo que se aplica en todos los establecimientos y todo controlado por la oficina central.

Julio_Piña_y_Jorge_Rosado_Baeza

Por esta razón, D. Julio frecuentemente permanecía semanas en la sede de la cadena tomando cursos, que a su regreso a Mérida impartía al personal administrativo-contable.

Durante su estancia en el D.F., Julio permanecía en el Hotel Del Prado, sobre la Avenida Juárez, entonces la zona más atractiva de la gran ciudad, llena de hoteles como Alameda, Bamer, Regis, y clubs nocturnos, bars, restaurantes, tiendas, el paso obligado de los turistas que van y vienen de la Torre Latinoamericana, el Zócalo, Bellas Artes… pero el Hotel Del Prado tenía en su lobby el mural más mexicano de Diego Rivera, “Un domingo en la Alameda”, auténtico retrato de la sociedad mexicana, esto hacía que mucha gente de la ciudad lo frecuentara.

Después de la destrucción del Hotel durante el terremoto de 1985, este mural, hoy restaurado, está en exhibición en el anexo de la Alameda, justo detrás de donde se encontraba el Hotel Regis.

Después de dos años de trabajo para la cadena Balsas, Don Julio, por invitación de Don Ricardo Gutiérrez González, empieza a laborar para la agencia de viajes Mérida Travael, y hoteles asociados en 1966 como contador general; donde permanece hasta el verano de 1989, allá forma equipo con Manuel Palma, Alberto Salazar, Modesto, César y otros, un equipo bueno para el trabajo hasta morir y hace amigos de gerentes de los hoteles Uxmal y Mayaland, Hacienda Chichén, y otras amistadas que perduran hasta hoy.

Pero durante todos estos años, Don Julio no se conforma con la contabilidad, su inquietud natural y ganas de estudiar lo llevan a manejar el código de comercio, la ley de amparo, y otras leyes y reglamentos, además que desde sus inicios en computación no cesa de estar al corriente en la tecnología de la información, y su gran pasión por la lectura de calidad; sin menospreciar sus pláticas tan bien pensadas.

Así, durante muchos años D. Julio y su equipo fueron responsables de la fluidez de los tours, fueron ellos que expedían cupones, hacían pagos, reclamaciones, ajustes y todo lo que nos apoyaba durante los tours en el Sureste mexicano. Nunca sufrimos problemas por falta de coordinación.

Son ellos la parte invisible de una actividad muy visible.

En 1989 es invitado a trabajar para un grupo cozumeleño, que incluye hoteles, tiendas, restaurantes, arrendadoras y otros negocios relacionados con el turismo. Aquí crea y organiza sistemas y labora incesantemente hasta el presente año de 2013, cuando decide que ya es hora de hacer lugar a nuevas generaciones.

Durante su permanencia en la Isla, Julio reencuentra algunos amigos como: Manuel Alcocer Trejo, quien a principios de los años 70’s fué gerente del Hotel Mayaland y se ocupa de sus tiendas de artesanías y souvenirs.

Los dos amigos proyectan caminar durante toda la noche alrededor de la isla, cosa que llevan a cabo varias veces. La medicina contra el estrés funciona.

manuel alcocer, gerente hotel mayaland

Don Manuel Alcocer Trejo.

Existen tantas anécdotas y tan variadas en turismo.

En una charla de amigos alguien mencionó que al fallecer un guía de los antiguos, la familia siguió las indicaciones y recomendaciones del compañero.

Así al fallecer el compañero, uno de los familiares tomó la caja conteniendo las cenizas y las esparció en Chichén Itzá dando gusto al fallecido quien durante toda su vida repitió que él quería descansar en la capital Itzá.

Alguien mencionó que ahí descansa C. R. L., contra la voluntad de la viuda y algunos hijos…

Otra anécdota, esta menos seria, ocurrió en los años 50’s cuando un turista solicitó un paseo de la ciudad, o City Tour, al escuchar el precio decidió por caminar solo en el centro de la ciudad; ante esta negativa el agente le dijo, pregúntele a ése señor, señalándolo con el dedo, si quiere hacer el tour en su motocicleta, le saldría más barato y divertido. Así el turista se acercó a Don Rubén Vera, quien accedió y este es el único caso que conozco de un City Tour en motocicleta, que naturalmente que hoy sería imposible. Pero que bellos tiempos fueron los años 50’s.

Lic. Jorge Carlos Rosado Baeza.
Para los alumnos de Tecnología Turística Total, A.C.

 

2 comentarios
  1. Que buenas anécdotas :’)

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